«Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado»
La profesora de psicología Christia Brown de la Universidad de Kentucky dice que para cuando los maestros y potenciales empleadores alientan a las mujeres a estudiar lo que ellos llaman temas STEM (en sus siglas en inglés): ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, las chicas están poco predispuestas hacia esas áreas, debido a las experiencias de sus primeros años de desarrollo escolar.
La enseñanza de materias como matemática y ciencias naturales no escapa al sesgo de género. Los varones son frecuentemente alentados a participar en competencias o realizar experimentos sobre cuestiones científicas, dado que sus maestros los consideran más rápidos y hábiles para – por ejemplo – realizar operaciones matemáticas. En cambio a las niñas se las estimula en asignaturas tales como Lengua o Literatura y en general son consideradas como “más prolija” pero más lentas para las materias vinculadas a las ciencias físicas, químicas o matemáticas.
Este sesgo inicial – que puede pensarse inocente – para con las chicas, con los años se traduce en un número bajo de científicas y tecnólogas. De acuerdo a un estudio de la Unesco, hoy el porcentaje de investigadoras mujeres a nivel global es solo del 30%. Esto, sin mencionar el famoso ‘techo de cristal’ que aparece en la parte superior de la estructura jerárquica de la carrera científica limitando a las mujeres a alcanzar puestos con gran responsabilidad.
El escaso reconocimiento a las mujeres es una muestra evidente de lo que se conoce como efecto Matilda en la ciencia. Matilda Joselyn Gage, sufragista neoyorkina de finales del sigloXIX, identificó y denunció la invisibilización de las mujeres y de sus méritos en otros contextos. Fue la historiadora de la ciencia Margaret Rossiter (1993) quién aplicó esta explicación al ámbito científico. El efecto Matilda se relaciona con el efecto Mateo descrito sociólogo Robert Merton en 1968, que alude al hecho de quien tiene más recibe más, quien tiene menos recibe menos. Las mujeres son aún más vulnerables al efecto Mateo ya que sus contribuciones científicas con frecuencia son atribuidas a sus maridos o colegas masculinos.
La Situación en las Empresas
¿Cómo revertir este panorama? Con políticas y programas que identifiquen las causas de este fenómeno y planteen estrategias de equidad de género. Premios como el que otorga anualmente la empresa L’Oréal junto a la UNESCO y el Conicet, “Por las Mujeres en la Ciencia”, que distingue a mujeres que hayan realizado contribuciones importantes al desarrollo de la ciencia, constituye un buen ejemplo.
Asimismo, el programa de Becas STEM Talento Mujer del Banco Santander en España, que reparte 30 becas de hasta 5.000 euros a mujeres que estudien un posgrado o máster dentro de este ámbito, es otro. Porque la diversidad, ante todo, enriquece y suma.